Esquistosomiasis

La esquistosomiasis es una enfermedad parasitaria aguda y crónica causada por duelas sanguíneas (trematodos) del género Schistosoma. Se estima que al menos 258 millones de personas necesitaron tratamiento en 2014. El tratamiento de prevención, que se debería repetir durante algunos años, permite reducir y prevenir la morbilidad. Hay constancia de la transmisión de la enfermedad en 78 países. Sin embargo, la quimioterapia preventiva para la esquistosomiasis, en la que se aplica un tratamiento a gran escala a personas y comunidades, solamente se requiere en 52 países endémicos con transmisión de moderada a alta.

Transmisión

 

La transmisión se produce cuando las personas infectadas con esquistosomiasis contaminan fuentes de agua dulce con huevos del parásito, contenidos en sus excretas, que luego se incuban en el agua.

Las personas se infectan cuando las formas larvarias del parásito, liberadas por caracoles de agua dulce, penetran en la piel durante el contacto con aguas infestadas.

En el interior del organismo, las larvas se convierten en esquistosomas adultos, que viven en los vasos sanguíneos, donde las hembras ponen sus huevos. Algunos de esos huevos salen del organismo con las heces o la orina y continúan el ciclo vital del parásito. Otros quedan atrapados en los tejidos corporales, donde causan una reacción inmunitaria y un daño progresivo de los órganos.

Epidemiología

 

La esquistosomiasis es prevalente en las regiones tropicales y subtropicales, especialmente en las comunidades pobres sin acceso a agua potable segura ni a saneamiento adecuado. Se estima que al menos un 90% de las personas que necesitan tratamiento contra la esquistosomiasis vive en África.

Hay dos formas principales de esquistosomiasis (intestinal y urogenital), causadas por las cinco grandes especies de duelas sanguíneas.

La esquistosomiasis afecta principalmente a las comunidades pobres y rurales, en particular las poblaciones agrícolas y pesqueras. Las mujeres que realizan tareas domésticas en aguas infestadas, por ejemplo, lavar la ropa, también corren riesgos. Los niños son especialmente vulnerables a la infección debida a higiene inapropiada y contacto con agua infestada.

Los movimientos de refugiados y la migración hacia las ciudades están introduciendo la enfermedad en nuevas zonas. El aumento de la población y las correspondientes necesidades de energía y agua generan a menudo planes de desarrollo y modificaciones ambientales que también contribuyen a aumentar la transmisión.

El aumento del ecoturismo y los viajes "fuera de las rutas más trilladas" están haciendo que aumente el número de turistas con esquistosomiasis. A veces los turistas presentan infecciones agudas graves y problemas poco habituales, como la parálisis.

La esquistosomiasis urogenital también se considera un factor de riesgo de infección por VIH, sobre todo en la mujer.

Prevención y control

 

El control de la esquistosomiasis se basa en tratamientos a gran escala de los grupos de población en riesgo, el acceso a agua salubre, la mejora del saneamiento, la educación sobre la higiene y el control de los caracoles.

La estrategia de la OMS para controlar la esquistosomiasis se centra en la reducción del número de casos mediante el tratamiento periódico y focalizado con prazicuantel mediante el tratamiento a gran escala (quimioterapia preventiva) de las poblaciones afectadas. Esto implica el tratamiento periódico de todas las personas pertenecientes a grupos de riesgo. En unos pocos países, en los que la transmisión es baja, se debería procurar la eliminación de la enfermedad.

 

 

Datos de interés

Síntomas

 

Los síntomas de la esquistosomiasis son causados por la reacción del organismo ante los huevos del gusano.

La esquistosomiasis intestinal puede producir dolor abdominal, diarrea y sangre en las heces. En los casos avanzados es frecuente la hepatomegalia (aumento de tamaño del hígado), que se asocia frecuentemente a ascitis (acumulación de líquido en la cavidad peritoneal) e hipertensión portal (hipertensión en los vasos sanguíneos abdominales). En esos casos también puede haber esplenomegalia (aumento de tamaño del bazo).

El signo clásico de la esquistosomiasis urogenital es la hematuria (sangre en la orina). En los casos avanzados son frecuentes la fibrosis de la vejiga y los uréteres, así como las lesiones renales. El cáncer de la vejiga es otra posible complicación tardía. Las mujeres con esquistosomiasis urogenital pueden presentar lesiones genitales, hemorragias vaginales, dispareunia (dolor durante las relaciones sexuales) y nódulos vulvares. En el hombre puede ocasionar trastornos de la vesícula seminal, la próstata y otros órganos. La enfermedad también pueden tener otras consecuencias tardías irreversibles, tales como la infertilidad.

Los efectos económicos y sanitarios de la esquistosomiasis son considerables, ya que provoca más discapacidad que muertes. En los niños puede causar anemia, retraso del crecimiento y problemas de aprendizaje, aunque los efectos suelen ser reversibles con el tratamiento. La esquistosomiasis crónica puede afectar a la capacidad de trabajo y en algunos casos puede ser mortal.1 El número de muertes atribuibles a la esquistosomiasis es difícil de calcular debido a la existencia de patologías ocultas conexas como la insuficiencia hepática y renal y el cáncer de vejiga. Así pues, las estimaciones de la mortalidad derivada de esta enfermedad varían enormemente entre 20 000 y 200 000 muertes al año.

Diagnóstico

 

La esquistosomiasis se diagnostica mediante la detección de huevos del parásito en muestras de heces u orina. La detección de anticuerpos y/o antígenos en las muestras de sangre u orina también es un indicio de infección.

Para la esquistosomiasis urogenital, la técnica habitual consiste en pasar la orina por filtros de nailon, papel o policarbonato. Los niños infestados por S. haematobiumtienen casi siempre microhematuria, que se puede detectar con tiras reactivas.

En la esquistosomiasis intestinal los huevos pueden detectarse al microscopio en muestras de heces colocadas entre dos portaobjetos de cristal o entre un portaobjetos y papel de celofán empapado en glicerina con azul de metileno, lo que se conoce como técnica Kato-Katz.

En el caso de las personas que viven en zonas no endémicas o de baja transmisión, las pruebas serológicas e inmunológicas podrían ser útiles para determinar la exposición a la infección y la necesidad de realizar un examen, una tratamiento y su seguimiento a fondo.

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